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Los inicios
La Casa Dei Bambini que Maria Montessori creó en 1907 fue concebida por pura necesidad. El distrito de San Lorenzo, un barrio de la ciudad de Roma, cuya localización histórica resultó atractiva a una constructora de renombre para llevar a cabo un ambicioso proyecto de edificios, – que muy pronto se vio truncado – fue el lugar de partida de la aportación de Montessori a la comunidad educativa.
El proyecto en cuestión se interrumpió y allí sólo quedó el esqueleto de la vida que nunca llegaría a ser, unas ruinas que se intuían grandiosas, pero en cuyo interior nació una especie de Sin City: crimen, violencia y corrupción.
Un centenar de niños pasaban el día en las calles, desprotegidos e incivilizados, mientras sus familias obreras, se buscaban la vida en algún otro barrio con mejor suerte.
Montessori, doctora en la eṕoca y sensible a la situación decidió agrupar y confinar a estos niños en un lugar seguro.

El Método
Montessori creó el primer espacio favorable al desarrollo integral del niño en un barrio marginado donde la vida de los niños poco valía.
Entonces no existía un método, ella simplemente velaba por su seguridad y salud. ”Il metodo della pedagogia scientifica applicato all’autoeducazione infantile nella Casa dei bambini (1909)”, o ‘Método Montessori’ vio la luz dos años después, tras un periodo de trabajo diario basado en la observación y en el acompañamiento cercano e individual.
Montessori, que no fue la única en resaltar el valor de los tempranos estadios de la vida de su época, se percató de que el niño era capaz de aprender por sí sólo en un espacio favorable y estimulante. El niño, defendía, existe y conquista sus fases de desarrollo de forma vivencial, por lo que parecía imprescindible crear un espacio donde poder ponerse ‘manos a la obra’.



Las escuelas, los hogares o los espacios que toman prestado los principios Montessori, ahora renovados en muchos aspectos socioculturales, siguen siendo hoy en día lugares donde ofrecer una ‘educación’ al niño desde el momento en el que nace (este es el caso de los ‘nidos’).
El Ambiente Preparado y la ‘educación’ a la que se refiere no es más que la creación de un espacio adaptado y amable donde poder moverse a su ritmo, donde poder ejercitar su inteligencia física y mental, su querer hacer, donde su lugar dentro de un grupo, teniendo en cuenta lo que bautizó como ‘periodos sensibles’, esos momentos óptimos donde el niño puede adquirir una habilidad en particular.
Estos periodos se hacen más y más evidentes cuanto más tiempo se pasa observando a los niños de un aula, asistiéndoles buscando el equilibrio entre remover obstáculos y confiar en que ellos mismos pueden avanzar en su propio aprendizaje.
Si desde edades tan tempranas esto no sólo no se permite sino que no se favorece, mediante la creación de un espacio seguro, familiar, equipado con material que pueda atender a sus necesidades, cambiantes y progresivas y con la presencia del acompañante que vigila atento, corremos el riesgo de atrofiar y perder unas ventanas de oportunidad de realización posiblemente irreversible.



La educación Montessori
La contribución de Montessori a nuestra cultura es la de la actitud hacia el trabajo, un trabajo entendido como la actividad física y mental desde el instinto, una actividad significativa para cada persona en un momento dado, un trabajo que posibilita la superación, un amor por entender y conquistar el entorno con nuestras propias manos y a través de nuestros propios sentidos, desde la infancia y desde el juego.
El juego es también una actividad rigurosa, donde el niño se toma en serio su proceso de investigación y expresión. Trabajo y juego confluyen en los ‘ciclos’ tal y como los entendemos desde la es- cuela. Ambos requieren un esfuerzo que permite desarrollar nuevas habilidades.
No resulta difícil entonces abogar por una educación que apueste por reconocer y extender el potencial creador de cada individuo en todas sus etapas, la iniciativa, la autonomía, la disciplina interna y la confianza en uno mismo dentro de una comunidad, libre de juicios, sin comparaciones y sin modelos a seguir.
‘Cuidar el entorno, Cuidar al otro y Cuidarse a uno mismo’. Nunca unos principios, base de la filosofía Montessori, habían sido tan necesarios.
Cristina Redondo Aréchaga



Cristina Redondo es Directora de la escuela Montessori Gran Bilbao.
Socióloga por la Universidad de Deusto, licenciada en el Método Montessori (MCI Londres), y Master en periodismo y multimedia en El Correo (Grupo Vocento).
Socióloga en la Universidad de Deusto y diplomada en método Montessori (MCI Londres).
Montessori creó el primer espacio favorable al desarrollo integral del niño en un barrio marginado donde la vida de los niños poco valía.