Los seres humanos somos una especie social y nos encanta conectar.
Ava Hocsem
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¿Cómo es posible que cada día nos sintamos más solos?
Las tecnologías nos ofrecen infinidad de posibilidades para mantenernos conectados: son económicas, accesibles, rápidas y versátiles. Vivimos en un mundo hiperconectado dónde el valor real de las conexiones parece haberse difuminado en una gran nube de dosis incalculables de dopamina.
La dopamina y las recompensas del placer van de la mano pero me temo que las conexiones con propósito y valores que necesitamos los humanos van por otro lado.
A diario invertimos una parte considerable de nuestro tiempo navegando en los espacios digitales, tenemos acceso a tanta información que nos cuesta procesarla. Los avances tecnológicos se multiplican y el flujo de datos cada vez es mayor.
Nuestra capacidad de atención y concentración se reduce ante tanto estímulo informativo, alejándonos de nuestras verdaderas intenciones y propósitos.
Las relaciones humanas en la era digital
Las relaciones humanas se vuelven más superfluas, inmediatas y ligadas al concepto del placer o recompensa inmediata. El caso es que todo esto se transforma en normalidad cuando somos muchos los que ponemos en práctica estos hábitos.
Sí, al final todo se puede resumir en hábitos porque las tecnologías son herramientas increíbles a nuestra disposición y solamente tenemos que aprender a utilizarlas. Creando nuevos y saludables hábitos que nos alimenten y fortalezcan promoviendo las conexiones sanas y duraderas, en vez de robar nuestra atención de lo que es verdaderamente importante y beneficioso para nosotros
Muchas de las tecnologías que usamos a diario son como las golosinas, súper seductoras y adictivas. Cuanto más azúcar consumimos con formas, texturas, colores y diseños agradables más azúcares queremos. Así es el placer para los humanos si no lo gestionamos, la búsqueda constante del placer se convierte en un conjunto de hábitos que nos dañan en vez de beneficiarnos.

Las distracciones digitales y la atención voluntaria
Los seres humanos tenemos una capacidad de atención limitada y tenemos una tendencia natural a distraernos. La era digital nos brinda muchas oportunidades a la vez que infinidad de distracciones digitales, las cuales han venido para quedarse y multiplicarse como las estanterías de las tiendas de golosinas.
Nuestra atención voluntaria depende de nuestra gestión emocional y sucumbir o no a los kilos de azúcar de las golosinas también. Las distracciones digitales se han convertido en una particularidad propia de la cuarta revolución industrial. Hasta este momento histórico el ser humano no había tenido que enfrentarse a nada similar, capaz de agotar nuestra capacidad de concentración si no hacemos activamente algo al respecto.
Hábitos saludables en el uso de la tecnología
Ese algo, empieza por tomar conciencia de nuestros hábitos digitales, desde la honestidad y la objetividad. Todos pasamos mucho más tiempo conectados a plataformas y redes sociales del que estimamos. Para ser precisos y partir de un lugar objetivo podemos utilizar sencillas funciones de los móviles, ordenadores y apps para que nos chiven el tiempo exacto que pasamos en ellas.
Después podemos contar hasta 3 cada vez que vayamos a hacer clic sobre alguno de los iconos de las aplicaciones que más veces utilizamos al día. Esto nos ayudará a tomar conciencia y a preguntarnos cuándo y cuántas veces las abrimos a lo largo del día, en vez de hacerlo de un modo automático e inconsciente ya que hemos generado hábitos.



Aprender a gestionar las emociones
Tendemos a abrir aplicaciones y a distraernos cuando estamos estresados y aburridos. Teniendo en cuenta esto seremos más conscientes en nuestro uso. Poco a poco podemos ir cambiando nuestros hábitos por hábitos más saludables y reducir las dosis de dopamina que nos dan las distracciones digitales. Cuanto más limitemos los gramos de azúcar que introducimos en nuestros cuerpos menos azúcar necesitaremos y menos iremos a la tienda de golosinas que está a la vuelta de la esquina.
Nos sentiremos mucho mejor aprendiendo a gestionar nuestras emociones, construyendo hábitos saludables en vez de dejarnos llevar por las dulces texturas de colores que después nos sientan tan mal.
Disfrutaremos más de las conexiones valiosas y dejaremos de ser las víctimas inconscientes del placer inmediato en un mundo edulcorado. El único modo de dejar de sentirnos solos empieza por nosotros mismos aportando conscientemente valor a nuestras conexiones.